martes, 15 de febrero de 2011

con B de Bazaar

"Si amas al sol que te alumbra, tal vez amas,
si amas al insecto que te muerde, amas!"

Luego de mi visita al Restaurante Public, un amigo me recomendó visitar el Bazaar ya que la política es similar a sus hermanos de la cadena (La Finca de Susana, La Gloria de Montera) y estaba seguro que me iba a gustar por el asunto del variado menú: me encanta complicarme a la hora de elegir un plato.

Así que la semana pasada quedé con otro amigo para cenar allí. Al llegar, me encontré con un sitio muy cálido: una decoración muy cuidada, con grandes ventanales y realmente impresionante en tonos crudos. Bolsas de pasta italiana y botes sacados de alguna alacena vintage adornan la mayoría del lugar. Contrasta la construcción maderada de restaurante con las lámparas-arco muy similares a las de Achille y Pier Giacomo Castiglioni circa 1962. La iluminación le da el toque romántico y discreto para disfrutar de una buena cena.

Escogimos sitio cerca de la escalera, abajo. Una vez más sentí deleite por la variada carta (desde ensalada con tosta al queso de cabra y croqueta, hasta roast beef de atún con chutney de mango, genial!) y pues con tanto que elegir me sentí inclinado por probar una tempura de pescado estilo Carmencito. El azafato golfillo pidió las tres carnes braseadas con fideos Thai.

La atención esta vez fue mucho mejor que la del Public. Vuestros platos fueron servidos en tiempo récord, asunto que os dejó sorprendidos pero era de esperarse al ser un sitio de restauración de comida precocinada (No tuve que esperar treinta minutos por un risotto de mariscos como sucedió en El Fogón Sefardí, en Segovia; aunque quizá la comparación es absurda, este sitio slow-food es digno de las mejores críticas: extensa carta, gastronomía Sefardí-Castellana y el vino excelente, vale mucho la pena visitarlo. Estoy feliz de no haber probado el típico cochinillo) bueno y barato.

La comida estuvo decentemente digerible: la tempura caliente en su punto justo, servida sobre una cama de lechugas de la estación, el pescado muy suave y sin sorpresas. Pude probar algo de las tres carnes la sazón estaba muy bien, un poco fuerte de romero y una de las tres muy dura para mi gusto.

Lo peor estaba por llegar. En plena degustación, logré ver lo más desagradable que puede sucederle a un comensal en plena faena: un bichejo de generoso tamaño caminando perezosamente por uno de los andamos de la escalera, muy cerca de donde estaba sentado mi acompañante.

Inmediatamente llamé a la camarera para que haga algo al respecto. Cogió un puñado de servilletas y la retiró del sitio. Desde luego, mi decepción era notoria. Pero para no arruinar la noche, con una actitud muy desenfadada continuamos con la cena, acompañada de una botella de Lambrusco. Para finalizar, un postre: mascarpone con helado de cacao. Segunda decepción... Eso no puede ser llamado helado de cacao, es un simple y vulgar helado de chocolate y me atrevo a decir, de Frigo. Es un insulto engañar a la gente de esta manera.

La noche no pudo terminar tan mal, después de todo: la camarera, luego del incidente con el bichejo, os ha invitado a unas copas. Fue el highlight de la noche, quizá para borrar de vuestra mente al insecto con una buena peda? puede ser. Era lo menos que podía hacer.

Al pedir la cuenta os hemos dado cuenta que las copas y el postre no fueron facturados. Muy bien! Al final, la cena pasó de ser desagradable a inolvidable. Y como lo he dicho en repetidas ocasiones, la compañía es lo que cuenta.

Bazaar Restaurant
C/ San Marcos, 35, 28004 Madrid

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